*
El día seis de agosto era el de la celebración de la misa en honor del patrono de la ciudad. La misa se celebraba de ocho a diez de la mañana o de nueve a once de la mañana, con la asistencia de la municipalidad en cuerpo. La misa era cantada por coros mixtos, acompañados de una orquesta de músicos profesionales, verdaderos maestros en la ejecución de sus respectivos instrumentos. La misa era preparada por dos meses o uno, por lo menos, de anticipación porque los cantantes no eran solfistas, con excepción de Jeremías Garay que llegaba a pasar unas vacaciones y en poco tiempo aprendía su papel de barítono y quien conocía la lectura musical y el canto, recuerdos de sus prolongados estudios en el Seminario de Ayagualo, estudiando para sacerdote. Las señorita que componían el coro femenino eran: Margatita y Bersabé Araniva, Francisca Hernández, la niña María Pacheco y Alba Guandique. Esta última había estudiado el canto en Nueva York. Tenía una bella voz de soprano coloratura y a ella se le encomendaba el canto del Ave María de Schubert, de Gounod o del Aria del Intermezzo de la opera Caballería Rusticana con la letra del Ave María adaptada a su música. También se le encomendaba estos cantos a Francisca Hernández quien poseía una voz dulce, altamente expresiva. El grupo de cantantes era solo de tres: Virgilio Guerrero, Rosendo Morales y Hernán Calles.
La orquesta estaba integrada por músicos llegados de Jucuapa y los de Chinameca. De Jucuapa era Salvador Quintanilla y su hijo Juan y Rubén Salamanca que tocaban respectivamente, el contrabajo, el chelo y la flauta; de Chinameca José María Hernández y su hijo Salvador que tocaban el clarinete y el violín. Alcides Chávez, un verdadero maestro del violín, Ismael Estrada que tocaba violín, Miguel Cerna que tocaba el clarinete, Hernán Calles tocaba el armonio y dirigía la orquesta y conjunto musical.
Afuera de la Iglesia la feria en todo su apogeo. Todas las calles y avenidas que convergían en el parque, tenían ventas de todas índoles, sobre todo la calle Minerva, la del Comercio, hasta el parque Minerva, todo el derredor del parque y la Segunda Avenida Norte que conduce a la placita, en donde había decenas de carretas, al lado del circo que nunca faltaban en esta temporada. De todas las entradas vecinales entraban y salían caravanas de gente, venían o iban para Jucuapa, Nueva Guadalupe, San Buenaventura, Lolotique por el rumbo norte o noroeste; o de San Jorge, El Tránsito, Usulután, Las Marías, Santa Elena por el rumbo sur.
Por la tarde del día seis se celebrava el tradicional encuentro futbolístico entre el Club Chinameca Sporting con alguno de San Miguel, Usulután, San Salvador, Jucuapa, Santiago de María o Berlín.
Por la noche, el gran baile de gala de las señoritas de todos los barrios de Yusique, El Calvario, Dolores y San Juan, amenizado con la marimba de don Ismael Estrada o de don José María Hernández. Este baile se prolongaba hasta el amanecer del siete, a las cuatro o cinco de la mañana y se celebraba en los salones de la Alcaldía Municipal.
El día nueve era el éxodo de todos los visitantes. La ciudad quedaba vacía. Sólo unos pocos comerciantes se quedaban uno o dos días más dando cómodo, tratando de vender toda la mercancía que habían traído.
*
El día seis de agosto era el de la celebración de la misa en honor del patrono de la ciudad. La misa se celebraba de ocho a diez de la mañana o de nueve a once de la mañana, con la asistencia de la municipalidad en cuerpo. La misa era cantada por coros mixtos, acompañados de una orquesta de músicos profesionales, verdaderos maestros en la ejecución de sus respectivos instrumentos. La misa era preparada por dos meses o uno, por lo menos, de anticipación porque los cantantes no eran solfistas, con excepción de Jeremías Garay que llegaba a pasar unas vacaciones y en poco tiempo aprendía su papel de barítono y quien conocía la lectura musical y el canto, recuerdos de sus prolongados estudios en el Seminario de Ayagualo, estudiando para sacerdote. Las señorita que componían el coro femenino eran: Margatita y Bersabé Araniva, Francisca Hernández, la niña María Pacheco y Alba Guandique. Esta última había estudiado el canto en Nueva York. Tenía una bella voz de soprano coloratura y a ella se le encomendaba el canto del Ave María de Schubert, de Gounod o del Aria del Intermezzo de la opera Caballería Rusticana con la letra del Ave María adaptada a su música. También se le encomendaba estos cantos a Francisca Hernández quien poseía una voz dulce, altamente expresiva. El grupo de cantantes era solo de tres: Virgilio Guerrero, Rosendo Morales y Hernán Calles.
La orquesta estaba integrada por músicos llegados de Jucuapa y los de Chinameca. De Jucuapa era Salvador Quintanilla y su hijo Juan y Rubén Salamanca que tocaban respectivamente, el contrabajo, el chelo y la flauta; de Chinameca José María Hernández y su hijo Salvador que tocaban el clarinete y el violín. Alcides Chávez, un verdadero maestro del violín, Ismael Estrada que tocaba violín, Miguel Cerna que tocaba el clarinete, Hernán Calles tocaba el armonio y dirigía la orquesta y conjunto musical.
Afuera de la Iglesia la feria en todo su apogeo. Todas las calles y avenidas que convergían en el parque, tenían ventas de todas índoles, sobre todo la calle Minerva, la del Comercio, hasta el parque Minerva, todo el derredor del parque y la Segunda Avenida Norte que conduce a la placita, en donde había decenas de carretas, al lado del circo que nunca faltaban en esta temporada. De todas las entradas vecinales entraban y salían caravanas de gente, venían o iban para Jucuapa, Nueva Guadalupe, San Buenaventura, Lolotique por el rumbo norte o noroeste; o de San Jorge, El Tránsito, Usulután, Las Marías, Santa Elena por el rumbo sur.
Por la tarde del día seis se celebrava el tradicional encuentro futbolístico entre el Club Chinameca Sporting con alguno de San Miguel, Usulután, San Salvador, Jucuapa, Santiago de María o Berlín.
Por la noche, el gran baile de gala de las señoritas de todos los barrios de Yusique, El Calvario, Dolores y San Juan, amenizado con la marimba de don Ismael Estrada o de don José María Hernández. Este baile se prolongaba hasta el amanecer del siete, a las cuatro o cinco de la mañana y se celebraba en los salones de la Alcaldía Municipal.
El día nueve era el éxodo de todos los visitantes. La ciudad quedaba vacía. Sólo unos pocos comerciantes se quedaban uno o dos días más dando cómodo, tratando de vender toda la mercancía que habían traído.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario