1/04/2009

Recreaciones

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Los días sábado y sobre todo los domingos, algunas familias, y algunas parejas de enamorados iban por las tardes, a la Loma Alegre o a la Lomita a gozar de la vista que ofrecía un espectáculo apacible y nostálgico.

Los niños se entretenían deslizándose cuesta abajo como en un tobogán natural montados en estopas de coco que piloteaban con riendas de lazo destorcido que colocaban en la punta angosta que les servía de proa.

Por las noches, de siete a nueve, las señoritas de la clase media y sus novios, acostumbraban a pasear por el Parque Federal. En la esquina sureste del parque se colocaban dos hornillas para hacer pupusas y pasteles, las cuales eran preparadas por María y Ticha, una señora de nombre Carmen que llegaba del Barrio Agua Caliente, vendía panes con gallina guisada, salsa de tomate y curtido. Todo era barato: los panes a quince centavos, las pupusas a diez centavos y los pasteles a dos por cinco centavos. Los adultos llegaban en sus tertulias nocturnas en el parque hasta las once de la noche.

Los niños pequeños, de siete a diez años, a los cuales no les era permitido retirarse más de dos cuadras de sus respectivas viviendas formaban grupos esquineros, a la luz de los faroles, de lámparas de carburo, para jugar sus entretenimientos favoritos que eran: esconde el anillo, para los más chicos; el pan caliente se quema y no se siente, arranca cebollas, el casco de la rueda, el vonvey, el fo o mica para los más grandes. Algunos se entretenían contando cuentos apredidos en los libritos de la Editorial Callejas o de la Editorial Sopena que salían en las cajillas de cigarros de la Morazán y de la Rex, respectivamente.

Celebraban en la Iglesia Parroquial los días domingos dos misas: una a las cinco de la mañana, que duraba hasta las seis; y otra a las ocho que duraba hasta las nueve. Las dos ceremonias eran cantadas y con sermón o panegírico y homilía.

Era obligatorio para todos los niños y hasta los adolescentes y jóvenes adultos asistir a cualquiera de las dos ceremonias. Después de la misa de las ocho, los menores se quedaban jugando en el parque hasta más o menos las diez de la mañana; los mayorcitos de 10 a 12 años, los del Barrio San Juan se iban a cortar y comer fruta a la finca de don Jacinto situada en la loma del Pencazo; los del Barrio Dolores hacían sus correrías a la Loma Alegre; los del Barrio El Calvario por la Viejona o por las cercanías del cementerio y los de Yusique se iban a cortar y comer mameyes a la finca El Mameyal.

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